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Número 168

17 de marzo de 2023

Casi mil personas mueren al año en México por trastornos asociados al sueño

*Uno de los trastornos más frecuentes en el país es el insomnio, señaló Yoaly Arana

 

En México casi mil personas mueren al año por trastornos asociados al sueño, por lo que es muy importante que la población reciba información suficiente que le permita conocer los efectos desfavorables del no dormir bien, así como los beneficios de tener una adecuada higiene del descanso, expresó la doctora Yoaly Arana Lechuga, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
 
La encargada de la Clínica de Trastornos de Sueño de la Unidad Iztapalapa señaló que las consecuencias en la salud derivadas de este fenómeno son severas y representan un gran problema a nivel mundial, que durante la pandemia por COVID-19 se incrementó de manera exponencial, pues hubo países que reportaron un aumento de casos de insomnio hasta en 65 por ciento de sus habitantes.
 
Hasta ahora “tenemos categorizados con toda precisión” más de 85 trastornos, uno de los más frecuentes en el país es el insomnio. De acuerdo con un estudio realizado en 2021 entre la Clínica de la Casa abierta al tiempo y el Centro del Sueño y Neurociencias, en voluntarios adultos, este padecimiento está presente en 70 por ciento de los encuestados”, aseveró la especialista en fisiología y medicina del sueño.
 
Otro es la restricción en gente que por cuestiones laborales, sociales o recreativas dedican menos tiempo al descanso, lo que se refleja en que 24 por ciento de ellas duerme menos de seis horas, una limitación muy significativa según la Sociedad Americana del Sueño y diferentes asociaciones mundiales.
 
También destaca la somnolencia diurna que implica tener mucha pesadez durante el día, independientemente de las horas que haya dormido por la noche. Además de la apnea obstructiva del sueño que prevalece en el país, debido a la incidencia de obesidad y sobrepeso entre los mexicanos.
 
Estos pacientes “dejan de respirar por algunos segundos, presentan despertares por sensación de falta de aire o ahogo, se levantan varias veces a orinar y al despertar por la mañana sienten pesadez o dolor de cabeza y a lo largo del día sufren somnolencia y pueden quedarse dormidos, incluso en situaciones en las que deben evitarlo”.
 
Otro trastorno es el síndrome de piernas inquietas que presentan quienes al tratar de dormir comienzan a sentir incomodidad por calor, hormigueo, ansiedad u otras sensaciones que les llevan a moverse constantemente, lo que ocasiona que no se queden dormidos pronto, por lo que hay fragmentación de sueño y, por tanto, descanso superficial.
 
No dormir bien, ya sea por un trastorno o por restricción por circunstancias sociales, provoca estragos que afectan la calidad y esperanza de vida, pero los efectos dependerán de cuánto tiempo se esté en ese estado; si se duerme mal una o dos noches, “vamos a despertar sobre todo con alteraciones en el estado de ánimo y con un deterioro cognitivo”, es decir, con dificultad para memorizar, afectaciones en el lenguaje, disminución de capacidad para resolver problemas y además irritabilidad.
 
Si se alarga esta restricción por semanas y más pueden presentarse problemas gastrointestinales, cefaleas, tensión muscular, entre otros síntomas físicos y si esta condición se prolonga aún más sin diagnóstico ni tratamiento, se empezarán a tener problemas de salud más serios, asociados con el riesgo de desarrollar hipertensión, diabetes, males neurodegenerativos como Alzheimer e inclusive algunos tipos de cáncer como el de mama y el de próstata. También se ha descrito que habría un mayor riesgo a desarrollar sobrepeso.
 
Acerca de la cantidad de horas mínimas que las personas deberían dormir comentó que la gran mayoría “necesitamos entre siete y nueve horas”. En ese sentido es sustancial escuchar los propios ritmos biológicos y que cada adulto valore cuántas horas requiere para sentirse descansado.
 
Además debe considerarse el cronotipo, factor que refiere la tendencia de la gente a estar más alerta y ser más productiva, ya sea por la mañana o por la tarde, “lo que se involucra con nuestras horas ideales de sueño”.
 
En el caso de los niños y adolescentes advirtió que este grupo están durmiendo mucho menos de lo que debería, pues un niño de prescolar necesita entre 15 y 16 horas; uno de entre tres y cinco años, 14 horas; uno de entre seis a 13 años, 12 horas, y quienes están entre 14 y 17, 11 horas.
 
Lamentablemente los estudios “que hemos hecho en la Clínica indican que los adolescentes restringen su sueño entre dos y tres horas por noche”, lo que puede conducir a problemas escolares, de hiperactividad, atención, memoria e intolerancia, que muchas veces se confunden con otro tipo de diagnósticos.
 
La investigadora de la UAM comentó finalmente que la Clínica de Trastornos de Sueño cumplirá en junio 20 años en los que además de proporcionar atención a la población universitaria, realiza actividades de investigación, enseñanza y divulgación de la ciencia. 
 
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