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Número 705
13 de octubre de 2018

LA IDENTIDAD GRÁFICA DE LOS XIX JUEGOS OLÍMPICOS, EN LA UAM

*El contexto sociocultural de la justa deportiva será presentado hasta 8 de noviembre en la Unidad Xochimilco

 

 

Carteles, boletines, programas de mano, materiales promocionales, series filatélicas y timbres postales, entre otros objetos erigidos en símbolo de los XIX Juegos Olímpicos permiten comprender el origen y el desarrollo de la imagen que desde hace cinco décadas ha quedado como referente histórico de uno de los máximos sucesos del deporte nacional.

 

La muestra 50 años del diseño de la identidad gráfica para la Olimpiada de México 1968 permanecerá abierta hasta el 8 de noviembre en la Sala Leopoldo Méndez de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) para conmemorar una experiencia que marcó un hito en la trayectoria del trabajo creativo nacional e internacional.

 

En la exposición es posible apreciar la multiplicidad de aplicaciones de logotipos, señalamientos –basados en una paloma, el número 68, la palabra México y los aros– y un plan editorial de gran éxito al promover las actividades deportivas y culturales llevadas a cabo en paralelo.

 

Esta propuesta gira en torno al logotipo creado por el rector general fundador de la UAM, arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, el primero en unir un lenguaje moderno con elementos tradicionales: grecas de sellos prehispánicos y estambres huicholes como principio base para el trabajo de los diseñadores de la Universidad Iberoamericana Manuel Villazón y Jesús Vírchez, en el que en lugar de formas cerradas prevalecieron líneas paralelas, concéntricas y divergentes, con la intención de realizar juegos ópticos, de acuerdo con las propuestas vigentes del Op Art y el Arte Cinético.

 

Con la curaduría de Gonzalo Becerra Prado, académico del Departamento de Teoría y Análisis de la referida Unidad, son presentados núcleos temáticos sobre ediciones, artículos de señalización, mobiliario urbano, obra arquitectónica, instalaciones deportivas, folletos con programas de las competencias de ciclismo, ecuestres o remo, muñequitos de esgrimistas, levantadores de pesas o jinetes, fotografías de vestuario, calcomanías, banderas, diplomas, boletos de Metro, llaveros, botones, mascadas y dijes.

 

También incluye imágenes de las esculturas que conformaron La ruta de la amistad, un recorrido de 17 kilómetros ideado para vincular el canotaje en Cuemanco con el resto de las disciplinas que muestra las Torres de Satélite, concebidas por Mathías Goeritz; Señales, de Ángela Gurría; Esferas o sol, de Kioshi Takahashi; Torre de los vientos, de Gonzalo Fonseca, y Hombre de paz, de Constantino Nivola.

 

Sobresalen además instantáneas del Auditorio Nacional, sede de la gimnasia; de Enriqueta Basilio, la primera mujer que encendió un pebetero olímpico; La otra gráfica, conformada por carteles, volantes, pegas y pintas con plantillas que retoman la iconografía olímpica con acento contestatario, al referir las demandas de los estudiantes en un año convulso para el país en mensajes alusivos a la libertad de expresión o los tanques que simbolizaron la represión oficial.