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Número 677

24 de diciembre de 2019

MUJERES TRANS, VÍCTIMAS DE MÁS DE LA MITAD DE LOS CRÍMENES

DE ODIO EN MÉXICO

*Entre 2013 y 2018 organismos independientes registraron 473 casos

 

Entre 2013 y 2018 organismos independientes registraron 473 crímenes de odio en México, de los cuales 261 fueron cometidos contra mujeres trans y Veracruz apareció como la entidad con mayor número de asesinatos, informó Samuel Jair Martínez Cruz, egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) e integrante de Letra Ese.

 

De acuerdo con el investigador, en promedio 79 personas de la comunidad Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero (LGBT) pierde la vida de manera violenta al año, pero sólo diez por ciento se ha investigado como crímenes de odio.

 

Desde hace más de 20 años, Letra Ese realiza el seguimiento a estos casos, haciendo notar que la media general de edad de las víctimas es de 24 años, y que al menos 22 de ellas sufrieron violencia sexual antes o después de fallecer; los cuerpos de 60 mostraron “marcas de tortura o señales claras de ensañamiento”, dijo en el Primer Coloquio de Derechos Humanos UAM, realizado en la Casa Rafael Galván de esta universidad.

 

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) reconoce que la violencia en contra de la población LGBT tiene por objeto castigar y corregir todo aquello que escape del binarismo de género, el heterosexismo y la heteronormatividad, sin embargo, la situación de vulnerabilidad no debiera ser motivo de miedo y aislamiento, sino un aliciente para exigir justicia y continuar la lucha por los dignos derechos.

 

El licenciado en Psicología Social por la Unidad Iztapalapa dijo que la CIDH reconoce también que las mujeres trans son las personas más vulneradas de la sociedad, haciendo parecer que derechos como la adopción homopaternal o el matrimonio igualitario están lejanos a verse realizados.

 

Tan sólo la CDMX y Aguascalientes han reconocido como un agravante el crimen de odio en sus códigos penales, por ello la CIDH recomienda implementar un instrumento nacional sobre su registro, seguimiento a los protocolos y evaluación a su eficacia e impacto.

 

El maestro Ricardo Felix Dos Santos, de la Universidad Federal Fluminense, quien realiza una estancia de doctorado en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), analizó la interseccionalidad de los encuentros en los que participan movimientos indígenas, estudiantiles y la comunidad LGBT en Brasil.

 

Desde 2012 el gobierno de Dilma Rousseff implementó una ley federal que obliga a las instituciones de educación superior a aplicar políticas de acción afirmativa para la inclusión de la población afrodescendiente, indígena y egresada del sistema público de educación básica, resultado de ello para 2017 hubo un incremento de 500 por ciento en el número de estudiantes autodeclarados indígenas homosexuales y una menor brecha entre la diferenciación de educación pública y privada.

 

La conformación de una red de juventud indígena puso en evidencia el protagonismo de las nuevas generaciones en el movimiento indígena nacional, pero no fue hasta la creación de una red de indígenas LGBTQ llamada Tibira –en honor a la primera víctima de homofobia en Brasil– que una iniciativa colectiva de alcance nacional se configuró, en un ambiente de transnacionalización de los géneros globales.

 

En 2013 año en que se realizó el primer Encuentro de Estudiantes Indígenas se forjó en Brasil un círculo progresista que se ha insertado en institucionales públicas diversas, detonando un viraje en la revitalización de las políticas orientadas a la afirmación de la sexualidad diversa.

 

A estos encuentros se han sumado jóvenes de todo el mundo, de distintas culturas y disidencias sexuales, que han tratado de reinventar estéticas nuevas desde sus tradiciones, politizando sus historias personales y acotando las experiencias etnopolíticas.

 

Suman cinco ediciones del Encuentro Nacional de Estudiantes Indígenas en los que se ha avanzado en redefiniciones y categorías para la causa indígena y LGBT, por lo que es crucial el resultado de estos espacios de autoconocimiento y formación de identidades colectivas, las cuales tratan de reconstruir etnográficamente, desde la observación participante, espacios comunes y públicos que reivindican la diversidad sexual y étnica, apuntó el maestro Dos Santos.

 

Sin embrago muchas de estas políticas han sido fulminadas apabullantemente con el ascenso de la ultraderecha, tras la llegada de Jair Bolsonaro, quien considera que estos grupos han avanzado y ganado privilegios, por lo que poco a poco ha echado para atrás el avance conseguido durante años de organización.