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Número 602
3 de septiembre de 2018

ALUMNOS REHABILITARÁN EDIFICIO DAÑADO

POR LOS SISMOS DE SEPTIEMBRE PASADO

*Trabajan en la arquitectura final y en interiores, cada centímetro está impregnado de ideas

 

*Entregaron cuatro proyectos y en uno más integrarán necesidades de los vecinos

 

Estudiantes del séptimo trimestre de la Licenciatura en Arquitectura de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) trabajan en la rehabilitación de un edificio de nueve niveles, que durante el sismo del 19 de septiembre de 2017 sufrió daños considerables en sus componentes arquitectónicos y deformación vertical, aunque la estructura es susceptible de reparación.

 

Viridiana Almazán Guevara, Karen Abigail Ángel Cruz, Ulises Bonola López, Alan Yohel Cervantes Rosas, Carlos Adolfo Chávez Romero, José Ignacio Elizalde González, Rafael Hernández Cruz, Ricardo Hernández Domínguez, Mario Enrique Hernández Puerto, Jesús Eduardo Hernández Salvador, Fernanda Icaza Moctezuma, Alfonso Juárez Macías, Luis Alberto León Núñez, María Fernanda López Rivera, Alan Mendoza García, Geraldine Zoe Mercado Zepeda, Pedro Ángel Navarro Ramos, Daniel Ortiz Jiménez, Elizabeth Ponce Cortez, Karina Elizabeth Salas Carrasco y Ricardo Antonio Sosa Manzano entregaron cuatro proyectos a los dueños de 16 departamentos para emprender las reparaciones a la brevedad.

 

El doctor Saúl Alcántara Onofre explicó que –como vecino del lugar– constató que el inmueble ubicado en Dinamarca Núm. 39, colonia Juárez de la Ciudad de México, por el temblor se había asentado hacia el frente y el lado oriente; los movimientos verticales diferenciales registrados en el sótano y la planta baja son representativos de la respuesta de la cimentación y acusan las secuelas, definiendo un patrón de mayor hundimiento de poniente a oriente y aunque es corto el ancho de fachada –ocho metros– y tiene nueve niveles, no colapsó.

 

Sin embargo, sí tuvo daños severos entre las uniones de trabes y columnas, “que es lo primero que muestra al ocurrir un desplazamiento”, por lo que la Secretaría de Protección Civil capitalina decidió que debía ser demolido, ante lo cual los vecinos desesperados y al no saber qué hacer –ya que era difícil conseguir un director responsable de obra y hubo gente que trató de sorprenderlos– “se acercaron a nosotros a solicitar apoyo”, precisó el coordinador del Posgrado en Diseño, Planificación y Conservación de Paisajes y Jardines de la UAM.

 

Después de una evaluación en la que intervino el doctor Segismundo Engelking Keeling, académico del Departamento del Medio Ambiente para el Diseño, entre otros profesores, el grupo Colinas de Buen dictaminó que el edificio presentaba desplomos, más allá del rango permitido en las normas técnicas complementarias del Reglamento de Construcciones vigente para la Ciudad de México.

 

La estructura requiere actualización, aun cuando el inmueble no es susceptible de demolición, ya que los muros “fungieron como fusible, es decir, se cuartearon” por la intensidad del sismo, generando las denominadas equis de San Andrés e inmediatamente fueron visibles las huellas de la deformación.

 

“Como docente planteé un proyecto a los estudiantes, porque no había manera de que los vecinos tuvieran apoyo y la universidad fue una de las pocas opciones, de modo que aquéllos aceptaron, visitaron el sitio y tocaron la arquitectura: leyeron grietas, deformaciones verticales y horizontales, y movimiento, detectando juntos que tenía 30 centímetros de desplomo hacia la calle de Dinamarca y otros 25 hacia la colindancia oriente”.

 

Los inquilinos dialogaron con José Luis Sánchez, ingeniero del prestigioso grupo en asesoría y ejecución especializada en cálculo estructural Colinas de Buen, para que hiciera la reestructuración y constatara el cumplimiento del Reglamento de Construcciones, “mientras que a nosotros nos correspondió la parte arquitectónica”.

 

El despacho propuso el empleo de contraventeos, “que no son esas equis de acero tradicionales para rigidizar inmuebles, sino una especie de triángulos verticales y diagonales”, reforzándolos con placas del mismo metal en los nodos de trabes y columnas; en la fachada fueron ampliadas las secciones de columnas y trabes sin utilizar contraventeos.

 

Una vez planteada esta idea, los alumnos han trabajado en la arquitectura final: fachadas, patio, estacionamiento, muros interiores y exteriores, espacios habitables y reordenamiento de instalaciones, siempre con un punto de vista artístico para contrarrestar la imagen de edificio reestructurado y proyectar una de obra nueva.

 

Los jóvenes encontraron viviendas destruidas y vandalizadas, pero sobre todo debieron afrontar el reto que significaron las limitaciones impuestas por la estructura de contraventeos de acero que propuso la empresa y que representó una labor relevante en su formación como arquitectos.

 

López Rivera e Icaza Moctezuma concluyeron que había un aprovechamiento mínimo de los espacios, por lo que “en el proyecto decidimos otorgar una mejor opción al mantener e incluso recuperando otros que se perderían”, por ejemplo, en lugar de quitar balcones optaron por terrazas con ventanas corredizas para ampliar las áreas.

 

Los objetivos fueron también no perder la vista de la plaza Washington; contar con buena iluminación, ventilación y organización de las plantas en cada piso; considerar la opinión de los vecinos sobre las fachadas, y utilizar componentes ligeros, incluido un oxidante de concreto que crea una apariencia atractiva, es de costo bajo y no es necesario tanto mantenimiento.

 

López Puerto y Sosa Manzano propusieron medidas para la eficiencia del lugar y evitar peso extra mediante un acabado de madera elegante y el uso de tres muros divisorios de tabla-roca; además sugirieron disponer de dos baños, uno medio y otro completo, un patio de servicio y la fachada en concreto premezclado color integral para ahorrar en pintura.

 

Hernández Cruz y Navarro Ramos notaron que el edificio estaba en malas condiciones no sólo por el temblor, sino también por modificaciones a los departamentos que generaron inseguridad y apariencia pésima; aun cuando “la fachada no tenía muchos problemas, sólo desprendimientos de recubrimientos, al interior los había en instalaciones y muros, pero fueron superados con el trabajo conjunto”.

 

En la fachada fue empleado panel de aluminio compuesto, que da una apariencia contemporánea, de acuerdo con el gusto de los residentes y que se lleva bien con la estructura, y se esbozaron muros divisorios con panel W, que es ligero, rápido de colocar y de bajo costo.

 

Ortiz Jiménez y Mendoza García expresaron su satisfacción por el acercamiento al campo laboral con esta experiencia, en la que debieron resolver los desafíos –todos superados– que implican los contraventeos, desde los accesos en la planta baja de peatones y automóviles, hasta los interiores de los departamentos. “Manejamos el panel de aluminio, que más que un gasto será una inversión para lograr una apariencia de construcción reciente” y los materiales son resistentes con el fin de evitar costos de mantenimiento: “en interiores cada centímetro está impregnado de ideas”.

 

El doctor Alcántara Onofre, asesor del proyecto, estimó que debido a los sucesos catastróficos la rehabilitación y el diseño de interiores son áreas amplias a las que los alumnos podrán dedicarse, no obstante que en la Ciudad de México y el área metropolitana –con 21 millones de habitantes– “hay ya poco por construir”.

 

Proyecto nuevo
Representantes de 16 familias del edificio de Dinamarca Núm. 39 se reunieron el pasado 25 de julio con el equipo de la UAM para elegir uno de los proyectos de rehabilitación del inmueble diseñados y ahora los alumnos y el profesor se encuentran en el proceso de desarrollar un plan arquitectónico que recoja las observaciones y demandas de los vecinos.