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Número 502
5 de octubre de 2020

LA UAM PROPONE REFORESTAR ZONAS PERIURBANAS CONTRA LAS INUNDACIONES

*En beneficio de 570 mil habitantes y 172 mil viviendas de 110 colonias de la Ciudad de México
 
*Esto evitará escurrimientos en las alcaldías Iztapalapa, Tlalpan, Xochimilco y Coyoacán


 

Investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) proponen la reforestación de algunas zonas periurbanas de las alcaldías Iztapalapa, Xochimilco, Tlalpan y Coyoacán –identificadas como de alto riesgo en la Ciudad de México– como una estrategia para evitar escurrimientos e inundaciones, recurrentes en 110 colonias habitadas por 570 mil personas en unas 172 mil viviendas.
 
En lo que va de 2020 se han presentado 32 anegaciones, lo que plantea la urgencia de adelantar “procesos de reforestación, captación de lluvia y conservación de servicios ecosistémicos en la capital”, donde entre seis y 78 por ciento de las precipitaciones en las áreas periurbanas escurre hacia las zonas bajas, sostienen los doctores Gloria Soto Montes de Oca y Gustavo Cruz Bello.
 
En el estudio Resiliencia ante inundaciones en CDMX y la relevancia de la infraestructura verde para disminuir el riesgo de desastre, los profesores del Departamento de Ciencias Sociales de la Unidad Cuajimalpa recordaron que es una amenaza latente que va en aumento debido a los efectos crecientes del cambio climático, por lo que son precisas tácticas para aminorar esa vulnerabilidad, considerando que los ecosistemas naturales brindan protección al retener los escurrimientos de agua hacia sitios bajos.
 
Con el propósito de identificar de manera puntual los tramos que –mediante una intervención de reforestación– reducirían la magnitud de los desbordamientos en el suelo de las cuatro alcaldías citadas, la indagación ha ubicado mil 982 polígonos en una superficie total de nueve mil 810 hectáreas, con mayor potencial de mitigar la problemática si se aplica una estrategia; además de las alcaldías Milpa Alta, Magdalena Contreras, Tláhuac y Cuajimalpa, y el municipio de La Paz, en el Estado de México.
 
La apuesta es que los espacios definidos sean reforestados con el fin de disminuir un promedio de 139 milímetros anuales en la lámina de escorrentía, es decir, por cada hectárea trabajada habría una baja de mil 390 metros cúbicos por año –un millón 390 mil litros de agua de lluvia– señalaron los académicos de la UAM.
 
La forma como las metrópolis manejan los bienes hídricos y establecen las políticas públicas en materia medioambiental impactará la resiliencia ante las secuelas del calentamiento de la Tierra que se presentarán en el futuro y una de ellas es que muchos hábitat en esas áreas han perdido calidad, por lo que se requiere promover operaciones para mejorar su capacidad de retención del agua de lluvia y restar la magnitud de las inundaciones en puntos urbanos aledaños.
 
La UAM ha trabajado con anterioridad el tema y eso “nos permitió conocer mejor las características de dichos lugares a nivel nacional, además de que hicimos un estudio sobre los servicios ecosistémicos que proveían los espacios periurbanos para mermar las posibilidades de inundaciones”, lo que ayudó a obtener indicadores de la gravedad de los casos y detectar 110 colonias de las cuatro demarcaciones, su densidad poblacional y el grado de marginación, entre otros datos, dijo la doctora Soto Montes de Oca.
 
De acuerdo con el estudio –apoyado por la Zurich Foundation– en la Ciudad de México los sucesos del tipo con una intensidad mayor a 30 milímetros en 24 horas son los más frecuentes, mientras aquellos de 70 milímetros en el mismo lapso fueron muy raros en los registros históricos –1959-1989– sin embargo, algunos escenarios del cambio climático indican que los mayores a 60 milímetros en el curso de un día podrían incrementarse en cerca de 150 por ciento, y aquellos superiores a 70 milímetros en 200 por ciento.
 
“Las superficies con vegetación natural ofrecen una serie de servicios ecosistémicos o medioambientales que tiene que ver con la producción de agua y alimentos; la regulación del ciclo hidrológico, de nutrientes y el clima, así que cuando no tenemos esa cobertura los dejamos de recibir”, dijo el doctor Cruz Bello.
 
Una forma de recuperarlos es reforestar donde se perdió la cobertura, “de preferencia con especies nativas, y plantar árboles donde no existan”; en particular estas medidas hidrológicas reducen el flujo de escorrentías que vienen de las partes altas, así como el arrastre de suelo, con lo que se abaten costos de desazolve del drenaje.
 
Los académicos explicaron que para determinar las regiones con mayor potencial para generar escurrimientos y que pueden ser intervenidas con el propósito señalado, se empleó un sistema que consistió en dos fases: en la primera se utilizó el método racional para evaluar el coeficiente de escorrentía anual y el volumen potencial de escurrimientos naturales, mientras que en la segunda fueron consideradas las áreas que presentaron inundaciones en 2017 y 2018, de acuerdo con datos del Sistema de Aguas de la Ciudad de México y las secretarías locales de Administración y Finanzas y de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil.
 
Para asignar la prioridad de las zonas y reducir la intervención a través de la reforestación se efectuó un análisis espacial multicriterio, a partir de tres atributos: distancia a los sectores de desbordamiento; altitud del terreno, y coeficiente de escurrimiento.
 
La indagación sobre las inundaciones en las cuatro alcaldías demostró que algunos puntos periurbanos presentan altos valores de escorrentía, lo que indica un deterioro en la regulación de los escurrimientos, ya que los flujos hacia los urbanos bajos contribuyen a que en esas demarcaciones se hayan presentado anegaciones múltiples, algunas con grandes costos.
 
El mapeo de los servicios del ecosistema muestra mil 982 polígonos en nueve mil 810 hectáreas que, en principio, pueden recibir intervenciones a través de acciones de reforestación para restaurar los mecanismos de regulación de escurrimientos hacia tierras bajas.
 
Un paso fundamental para estas actividades es el contacto con las personas o las comunidades que poseen los espacios susceptibles de dichas medidas, pues quienes los administran tienen la oportunidad de beneficiarse de una mayor atención en cuanto a la importancia de sus territorios.
 
El interés en restaurar la regulación de escurrimientos en ciertas franjas podría detonar asociaciones público-privadas, si algunos sectores están dispuestos a colaborar en este proyecto, que puede replicarse en otras zonas del país, porque “intentamos utilizar un método sencillo que no fuera muy demandante en información”; de hecho, la NOM-011 de 2015 de la Comisión Nacional del Agua lo propone para estimar los escurrimientos en cuencas que carecen de mediciones.
 
El papel de las alianzas multisectoriales para fortalecer la resiliencia de las comunidades ante las inundaciones puede llevar a nuevos instrumentos de políticas públicas en torno a la provisión de servicios ecosistémicos, por lo que este estudio ya fue presentado ante autoridades del gobierno de la Ciudad de México, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo –en su sección de Riesgos– y el Centro Nacional de Prevención de Desastres, entre otras instancias.