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Número 495
16 de julio de 2018

EL FEMINICIDIO DEBE SER TIPIFICADO COMO CRIMEN DE ODIO MISÓGINO

*Las campañas de prevención de la violencia deben ser dirigidas a la población masculina,

señala académica de la UAM

 

El feminicidio debería tipificarse como homicidio y el odio misógino como agravante de gran severidad, sostuvo la doctora Martha Walkyria Torres Falcón, profesora-investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
 
Casi todas las mujeres “sabemos lo que es el acoso y el hostigamiento, aprendemos en la batalla a lidiar con ellos” y de ahí se pasa al nivel del tocamiento, que la cultura patriarcal redefine como el piropo táctil, para continuar en variadas formas de violencia sexual hasta llegar a los asesinatos con prácticas sumamente violentas, es decir, al feminicidio.
 
En México no fue sino hasta 2008 cuando se promulgó una ley sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia y se planteó por primera vez una legislación, después el feminicidio se tipificó como delito penal.
 
Sin embargo, dicha consideración no plantea el odio misógino como parte de la definición y si la conducta ilícita no se ajusta de manera precisa al tipo penal, es decir, si no se logra demostrar la intención del agresor, entonces se pierde efectividad, sostuvo al participar en las Jornadas de debate feminista contemporáneo: Morir en México por ser mujer, realizadas en la Unidad Azcapotzalco.
 
Esta infracción no es un término que se haya acuñado recientemente, sino que se recuperó para dar cuenta de un asesinato de odio que se comete contra ellas por el hecho de ser mujeres, ya desde 1827 William McNash lo había utilizado en el texto Confesiones de un feminicida en el que aparecía ya la distinción del feminicidio cometido por un extraño y el perpetrado por un hombre con el que la víctima ha tenido una relación de intimidad.
 
En los años 80 del siglo pasado los movimientos feministas empezaron a trabajar el tema del acoso y hostigamiento sexual y la violencia en las relaciones de pareja, sin imaginar hasta dónde se extendería.
 
Primero se identificaban como mujeres golpeadas, luego como maltratadas para dejar claro que la violencia no se agota en los golpes y después se hablaba de la de tipo doméstica, poniendo énfasis en el espacio que redefine este fenómeno a tal grado que se mezcla con el amor, lo cual significa que el afecto y el maltrato coexisten en una relación en que ambos están enganchados.
 
Cuando este tipo de situaciones logra salir de la arena social para insertarse en las preocupaciones gubernamentales y en la agenda consecuente, entonces ya no se llama violencia doméstica, sino familiar, y el énfasis se coloca en la familia, no en las personas, no en los individuos que tienen derechos y que están por encima de cualquier grupo; con eso no sólo se dio una connotación ideológica, sino un giro en las políticas públicas y en su atención.
 
La académica recordó que en 1994 apareció por primera vez la noticia de una joven que había sido asesinada en Ciudad Juárez, Chihuahua, y para finales de la década había cientos de víctimas, la mayoría de ellas trabajadoras en la industria maquiladora y migrantes.
 
Estas mujeres no sólo habían sido asesinadas violentamente, sino que era una secuencia delictiva que empezaba con el secuestro, pasando por la violación repetida, la tortura, la muerte y el desmembramiento de los cuerpos; este patrón de criminalidad se fue moviendo de esa urbe hacia Durango y Sinaloa y, de manera prominente, al Estado de México, sobre todo al municipio de Ecatepec.
 
Todas las campañas de prevención de la violencia suelen estar dirigidas a las mujeres, por lo que es hora de que éstas sean encaminadas a quienes pueden detenerla, es decir, a los hombres que practican el acoso, la violación, la trata de personas y los feminicidios.
 
La licenciada en Sociología de la Unidad Azcapotzalco, Yared Neyli Morales Sosa, dio lectura a un poema sobre Ehécatl, deidad del viento que dio nombre a Ecatepec, donde se han llevado múltiples y atroces asesinatos contra ellas.
 
La también egresada de esa licenciatura, Karina Avilés Albarrán, ahondó en el grado de criminalidad contra las mujeres en ese municipio y sostuvo que las acciones de los gobiernos municipal y estatal al respecto no han dado resultados notorios.