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Número 476
18 de septiembre de 2020

PROTEGER A LOS ADOLESCENTES DE UN AMBIENTE OBESOGÉNICO

ABONARÁ A SU SALUD MENTAL

*Investigadores participaron en los Foros académicos La investigación UAM presente ante la pandemia

 

 

En México, igual que se protege a una madre durante la gestación o a los niños en los primeros años de su desarrollo, también debe cuidarse a los adolescentes, quienes se encuentran en una etapa de alta vulnerabilidad ante “los insultos de un ambiente obesogénico que puede repercutir en su salud mental”, advirtieron profesores participantes en los Foros académicos La investigación UAM presente ante la pandemia.
 
En 2018, la Encuesta Nacional de Salud reportó que 75 por ciento de los mexicanos tiene obesidad y sobrepeso, lo que representa un problema grave, y la prevalencia de ambos en personas de cinco a 11 años de edad pasó de 34.8 por ciento en 2006 a 35.6 por ciento en 2018, pero en los adolescentes creció de 34.9 a 35.8 por ciento entre 2012 y 2018, expuso el doctor Gustavo Pacheco López, en el ciclo organizado por la Dirección de Apoyo a la Investigación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
 
El neurodesarrollo de los primates humanos comienza desde el embarazo y continúa en los primeros años e incluso en la segunda década de vida, y “esta conectividad fina que depende de una correcta mielinización y una precisa poda sináptica ocurre en la adolescencia, por lo que debemos salvaguardar a este sector que está vulnerable a los insultos” del entorno, como puede ser un ambiente obesogénico, que se caracteriza por la presencia excesiva de alimentos altamente calóricos y palatables o sabrosos.
 
En esa etapa, el cerebro está todavía en construcción y tal como plantea la Organización Mundial de la Salud es quizá la segunda década de vida “el último momento para modificar trayectorias y tener intervenciones de largo plazo” que impacten en el bienestar de los individuos, sostuvo el director de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud de la Unidad Lerma cuyo grupo científico al que pertenece estudia la interacción entre alimentos y plasticidad neuronal y cómo aquellos hipercalóricos actúan en etapas sensibles del neurodesarrollo.
 
Existe una serie de variables que motiva una conducta mal adaptativa: la búsqueda de víveres “que nos producen placer, aunque –en un proceso de memoria y aprendizaje que no está contenido por un entorno propicio– puede generar conductas cercanas a la adicción”.
 
Sin embargo, “lo que entendemos hasta el momento es que nuestra biología no evolucionó en un ambiente obesogénico y carecemos –en la mayoría de los casos– de frenos o sistemas homeostáticos que nos permitan contender con él, ya que no hay en la naturaleza, sino que es creado por el humano que nos tiene contra la pared porque no hemos generado los sistemas sociales de contención,” sostuvo el doctor Pacheco López.
 
El doctor Daniel Osorio Gómez, investigador del Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo que son conocidas las enfermedades asociadas al sobrepeso y la obesidad, entre ellas la diabetes y las de índole cardiovascular, pero es necesario “no dejar de lado la parte cognitiva”.
 
Además de factores externos de orden social, cultural y la presencia de alimentos con componentes muy calóricos hay elementos internos, por ejemplo el envejecimiento, que “nos hace más susceptibles a acumular grasa;” la diferencia en cómo gastan energía hombres y mujeres, y la falta de actividad física.
 
Un asunto relevante es que “desconocemos cómo la obesidad y el sobrepeso afectan nuestras capacidades cognitivas, pues el incremento de adiposidad parece generar un efecto de inflamación que no es sólo periférica, sino central a nivel neurológico,” lo que puede llevar “al debilitamiento de la barrera encefálica y la alteración en el transporte de insulina, que al final genera un daño cognitivo importante” y en casos graves es causante de Alzheimer.
 
Hasta ahora, estudios en modelos animales revelaron “que aquellos sujetos con una obesidad alta son más proclives al deterioro cognitivo. El inconveniente es que niños y jóvenes tienen acceso a un sinnúmero de productos hipercalóricos cuando se encuentran en una etapa sustancial de su neurodesarrollo”.
 
La doctora Kioko Guzmán Ramos, investigadora del Departamento de Ciencias de la Salud de la Unidad Lerma, dijo que un estilo de vida sano encierra aquellas actividades que pueden impactar en el riesgo de desarrollar enfermedades vinculadas a disfunciones metabólicas y cognitivas.
 
Por fortuna “esperamos en estudios preclínicos que el daño cognitivo que pueda haber en adolescentes sea reversible a partir de estrategias de cambio” en la conducta y las cuales debieran enfocarse en las etapas sensibles: niñez o juventud para disminuir tal posibilidad.
 
Los Foros académicos La investigación UAM presente ante la pandemia, una iniciativa de la Rectoría General de la Casa abierta al tiempo, continuarán todos los jueves, a las 17:00 horas, por los canales oficiales www.facebook.com/uam.mx 
www.youtube.com/user/UAMVIDEOS