Imprimir
Número 458
4 de octubre de 2017

EL ESTRÉS POSTRAUMÁTICO, UNA REACCIÓN COMÚN

ANTE UN SUCESO EXTRAORDINARIO

*Para iniciar la recuperación es necesario hacer fluir los sentimientos


 

El estrés postraumático es una respuesta común ante una situación extraordinaria como la derivada de los sismos ocurridos en septiembre en México, explicó el doctor Fernando Ortiz Lachica, investigador responsable del Programa de Orientación y Apoyo Psicológico de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

 

Para la recuperación es necesario hacer fluir los sentimientos, como paso inicial del proceso que permita superar la incapacidad para conciliar el sueño y estados de miedo, tristeza, desolación y depresión, así como mareos y falta de entusiasmo, entre otros síntomas asociados al estrés postraumático que desencadenan acontecimientos como los registrados el 7 y 19 de septiembre.

 

Dichos fenómenos “pusieron en peligro nuestra vida, integridad y patrimonio, provocando una emoción que todos experimentamos y, aunque hay personas que lo nieguen, si uno observa bien se dará cuenta de que todos en alguna medida lo padecemos”.

 

Casi inmediatamente al fenómeno, mucha gente, la mayoría jóvenes, reaccionaron rápidamente y crearon brigadas de ayuda para remover escombros, organizaron centros de acopio y traslado de víveres; otros salieron a entidades muy dañadas “y eso está muy bien”, pero sin duda también se verán afectados por todo lo que vieron.

 

Muchas otros no pudieron brindar esa ayuda porque estaban muy perjudicados personalmente y lo que pasa con ellos es que se sienten culpables por no haber hecho lo suficiente; “eso no nos sirve, porque nos atormenta, porque cada quién hace lo que puede y si algunas apoyaron en lo inmediato, otras lo harán después, ya que la reconstrucción de nuestras vidas y del país va a llevar un tiempo”.

 

También hay quienes se culpan incluso por haber sobrevivido y por tener cama, techo, comida caliente, al pensar en los muertos, en quienes perdieron a un ser querido o en aquellos que duermen a la intemperie.

 

Si bien hay muchas interpretaciones psicológicas frente a este sentimiento, “yo quiero ver el lado positivo”; es decir, se trata de una manifestación que viene de la compasión, de una emoción noble que nace de la afectación que nos provoca el sufrimiento de otros. En ese sentido, “quisiéramos hacer mucho, pero somos seres limitados y nos tenemos que cuidar primero”.

 

El investigador sugirió “no atormentarse por haber hecho mucho o poco, y por el contrario, aceptar si estamos asustados, tristes y deprimidos, y sanarnos primero, porque a veces no podemos ni con nuestra alma”.

 

Las expresiones como “ya supéralo”, “échale ganas” o “déjalo ir” se dicen la mayoría de las veces con las mejores intenciones, pero “tampoco ayudan” a atravesar el momento de trauma, porque “nadie debe culparse de sentirse mal”, porque ha sido triste y desolador perder a un ser querido o la casa, o aunque no nos haya pasado nada, carecer de serenidad.

 

El doctor Ortiz Lachica dijo que lo más importante para estabilizar los sentimientos es reconocerlos, aceptarlos y “tratar de ir viviendo día con día, retomar nuestra vida personal con todo y ese miedo, tristeza, coraje y ese remolino de emociones”, aunque, reconoció, “está siendo muy difícil”.

 

Cada persona es diferente en el proceso de recuperación porque hay quienes pueden estar tranquilas pero ven alguna noticia o presencian conversaciones sobre el tema y vuelven a afectarse, o quienes vivieron el temblor de 1985 y el de 2017 y se alteran ante cualquier réplica.

 

“La recuperación no es una línea ascendente, sino un proceso de sube y baja”, donde habrá personas que se sientan bien más pronto y otras se tardarán, “y no podemos decir cuándo; por ello debemos ser comprensivos con nosotros mismos y con los demás”, porque habrá quien necesite hablar de su experiencia para desahogarse, pero también quien al platicar de ello se retraumatice.

 

El investigador propuso pensar que “las emociones que nos invaden son como visitantes inesperados, pero no son lo que soy, hay algo en mí, aunque sea una pequeña parte, que no tiene miedo, no está triste y desde ahí puedo ayudarme a reanudar mi vida”.

 

También recomendó encontrar un refugio de acompañamiento, es decir, un amigo, una amiga, un pariente cuya compañía lo reconforte. Vale la pena también hacer el esfuerzo de moverse, porque algunos “estamos muy tensos por lo que es recomendable caminar, brincar y correr para descargar la tensión corporal”.


La UAM, Casa abierta al tiempo... y a la solidaridad.

 

#LaUAMporMéxico

 

#CasaAbiertaALaSolidaridad