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Número 402
5 de octubre de 2016

EL CARÁCTER MULTIDISCIPLINARIO DE LA UAM ES MAGNÍFICO PARA EL CASO

DE LA FILOSOFÍA

*Jaime Labastida afirmó que “se lee mucho pero mal y si se lee mal, se piensa y se escribe mal”.

 

*“No me puedo decir filósofo y a la poesía la amo y respeto tanto que tampoco me atrevo a decir que soy poeta…”


 

Desde hace cien años y en las últimas cuatro décadas la educación en México ha registrado un avance asombroso, aun cuando faltan calidad y excelencia, dijo el filósofo Jaime Labastida Ochoa, nombrado este 2016 Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

 

Entrevistado en su oficina de Siglo XXI Editores, que dirige desde 1990, el también ensayista y poeta compartió sus reflexiones acerca del momento que vive México en torno al tema educativo, así como sobre su quehacer en la filosofía y la literatura.

 

El autor de Elogios de la luz y de la sombra sostuvo que México vive un momento difícil respecto de la educación que imparte, pero la historia nacional ha registrado épocas más complicadas.

 

Para explicar su afirmación recurrió a referencias históricas: cuando llegaron los primeros ilustrados a la Nueva España –todos ellos enviados por Carlos III– se encontraron con que existían instituciones al nivel de las más altas de Europa, pero no referidas a la universidad sino a otros centros educativos que ya existían, entre ellos el Real Colegio de Minas, la Academia de San Carlos y el Jardín Botánico.

 

“En el siglo XIX la universidad desapareció; era el centro de la rebeldía y se cerró porque era reaccionaria”. La enseñanza en ese entonces “estaba en muy malas condiciones” porque no había apertura hacia la experimentación o la racionalización de la enseñanza y el analfabetismo alcanzaba a 95 por ciento de la población.

 

“Hemos avanzado mucho” desde entonces, aseveró el también director de la Academia Mexicana de la Lengua. La extensión de la educación, sobre todo en sus aspectos masivos, “ha sido asombrosa” pues desde hace 40, 50 o cien años “ha sido magnífica y lo que necesitamos es calidad y excelencia”.

 

Desde hace más de 50 años el gobierno federal ha efectuado un esfuerzo enorme por repartir libros de texto gratuitos y en la actualidad se entregan más de 200 millones de ejemplares; sin embargo, cuando los niños son evaluados “los resultados son desastrosos”, sobre todo en lectura, escritura y matemáticas.

 

“Debemos proponernos niveles de excelencia, porque respecto de la lectura, por ejemplo, se lee mucho pero se lee mal y si se lee mal, se piensa mal y se escribe mal, y a veces nos llenamos de información inútil. Creo que eso es una aberración”.

 

Sobre la presencia y el papel que ha jugado la UAM en el desarrollo de la educación en los últimos 40 años, el doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) afirmó que “lo único que no me pareció del todo adecuado en su fundación es que haya sido una universidad más en la gran megalópolis que rodea a la Ciudad de México”, aunque lo importante es que la UAM nació con otros criterios, “en muchos aspectos diferente a la UNAM”.

 

Las instituciones de educación superior tradicionales en Europa se reunieron para formar distintos colegios de las órdenes monacales y cada uno explicaba la filosofía desde el punto de vista del pensador que a ellos se les imponía; los dominicos se apoyaban en Tomás de Aquino y los jesuitas en Suárez; en cambio, la universidad hacía caso omiso de cada una de esas corrientes y por eso tenía un sentido universal.

 

Las universidades tradicionales estaban fundamentadas en aspectos de orden teórico, pero las instituciones modernas nacidas a partir de los hermanos Humboldt en la Alemania de 1810 tenían como carácter la unión indisoluble entre las humanidades y las ciencias. “Ese fue el origen de la universidad moderna”.

 

La UNAM, que no nació con carácter de nacional sino como real y pontificia –con los auspicios del rey y el Papa– en 1910 fue refundada como nacional y esto quiere decir que ya no se apoyaba en esas autoridades sino en la soberanía de la nación, lo cual resulta de suma importancia, porque renació como una institución moderna.

 

En ese sentido, la UAM “nació no de unas cenizas”, sino con criterios completamente diferentes. La Casa abierta al tiempo surgió con un carácter multidisciplinario “y eso es magnífico”, al menos para el caso de la filosofía. “Lo único que lamento es que haya sido una universidad más en la metrópoli, aunque con sus cinco unidades es evidente que no es tarde para descentralizarse”.

 

El Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de historia, ciencias sociales y filosofía, refirió que “tengo tanto respeto por los filósofos –desde Heráclito hasta Heidegger– que no me puedo decir filósofo y a la poesía la amo y la respeto tanto que tampoco me atrevo a decir que soy poeta… escribo versos y ya la gente dirá si lo soy”.

 

Al final comentó que si bien él es egresado de la UNAM, “me conmueve el hecho de que la UAM, con la que he tenido infinidad de colaboraciones, haya decidido distinguirme con el Doctorado Honoris Causa”.