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Número 323

31 de julio de 2019

NECESARIO DESMONTAR PREJUICIOS DE GÉNERO

PARA REDUCIR VIOLENCIA Y FEMINICIDIOS

*México se encuentra en una guerra civil, pero “no nos atrevemos a llamarla así”, señala Héctor Domínguez

 

*El académico participó en el 2º Círculo de Diálogo y Pensamiento Iztapalapa en la UAM

 

El sistema de género en México es en sí mismo agresivo por lo que si se busca reducir la violencia y el feminicidio “debemos desmontar los prejuicios y las creencias de género bajo las cuales nos comportamos en esta materia”, sostuvo el doctor Héctor Domínguez Ruvalcaba al participar en el 2º Círculo de Diálogo y Pensamiento Iztapalapa, en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

 

De manera errónea se cree que el fenómeno del feminicidio –que tanto preocupa a la sociedad mexicana– empezó en Ciudad Juárez en 1993, con el registro de un número creciente de asesinadas, sin embargo “la costumbre de matar mujeres es tan antigua como la guerra”, porque se desprende de una ideología bélica y es parte fundamental de la misma, aunque “como cuerpos victimados que matar y que violar”.

 

El investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) señaló que ese año fue clave porque un grupo feminista de dicha localidad en Chihuahua comenzó a registrar “algo que ya empezaba a preocupar: el hallazgo de cuerpos en desiertos, caminos y baldíos”.

 

Algunas feministas documentaron los primeros 20, luego los 80 ocurridos en 2000 y los 400 de 2012, en un repunte que “tenía que ver con el momento más álgido, porque donde hay militares y policías concentrados hay asesinadas y esto ha sido comprobado en números y mapas en el trabajo de una doctorante del CIESAS”, subrayó.

 

México se encuentra en una guerra civil desde hace años, pero “todavía no nos atrevemos a llamarla así” y las víctimas de esos delitos lo son también de esa confrontación, subrayó en la mesa Violencia de género, modernidad, capitalismo y construcción social del género en el México del siglo XXI.

 

Con el inicio de la industria maquiladora en el norte del país comenzó también el escándalo de las féminas asesinadas, pero el registro fue realizado muy tarde porque el fenómeno ya existía.

 

Ahora a ellas se les permite salir a la calle, trabajar y colaborar en la economía familiar, lo que representa un cambio cultural grande en las relaciones de género, porque la mayor parte, atraídas por las maquiladoras, proceden de zonas rurales y de sistemas de género patriarcales.

 

“Vienen con la costumbre de la misoginia y se convierten en trabajadoras autónomas que ganan su dinero, con lo que ya tienen un pequeño poder en su vida, entran en competencia con sus posibles parejas y un alto porcentaje termina siendo madres solteras y jefas de familia solas”.

 

Existen hipótesis por parte de feministas respecto de que hay una revancha de los varones porque las mujeres empiezan a tener mayor participación en maquiladoras y centros de trabajo, mientras que ellos registran mayores índices de desempleo, lo cual los lleva hacia el crimen organizado o a otro tipo de actividades, donde se está creando una forma de masculinidad distinta a aquella del proveedor o representante del Estado dentro de la familia.

 

El desempleo engrosó las filas del crimen organizado y entonces empezó la conflagración, sobre todo al inicio de la década de 1990 cuando el cártel de Juárez se encumbró como el más importante de América Latina, ello implicó que se necesitaran muchos varones para el trabajo criminal, el cual controla todas las relaciones sociales y es el caldo de cultivo que determinó que creciera el número de mujeres asesinadas, expuso.

 

Según el investigador del CIESAS, el tema clave de los feminicidios está vinculado a la masculinidad, porque quienes matan son ellos”, pero no se trata de “un tipo especial de individuos, identificados como malos y monstruos” sino de personas que obedecen órdenes desde el machismo en que han sido formados, porque “si no es macho lo acusan de maricón; tienen miedo a ser, parecer o a que les digan maricón”, y “no hay sujeto más miedoso, coyón, cobarde y sumiso que un macho”.

 

En ese sentido “nosotros (como sociedad) formamos a quienes integran el crimen organizado y somos responsables de la reproducción de feminicidas y de la violencia en general que impera en el país, además no hemos podido manejar la modernidad más que en los términos de mujeres castigadas porque son autónomas, varones que castigan porque creen que ser hombre es eso y no han aprendido otra forma de masculinidad”.

 

En ese marco es que “iniciamos un siglo XXI que está en guerra contra las mujeres, un siglo donde el sistema de géneros implica la violencia en todos los terrenos, por lo que si queremos desmontarla, tenemos que desmontar sistemas, prejuicios y creencias de género bajo las cuales nos comportamos”.