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Número 203
27 de marzo de 2020

UNA CULTURA INFORMATIVA ADECUADA FAVORECERÁ

UNA CURVA EPIDÉMICA TENUE EN MÉXICO

*La difusión de las disposiciones preventivas debe reforzarse, señala académico de la UAM
 
*El tratamiento con antibióticos en caso de virus es inútil y entraña un riesgo grave para el paciente  

 

La difusión entre la población de las disposiciones preventivas y las acciones adoptadas por el gobierno de México ante la Fase Dos de la pandemia de COVID-19 debe reforzarse, alertó el doctor Francisco Oliva Sánchez, investigador de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). 
 
“Si hay éxito en generar una cultura informativa oficial adecuada nos irá bien, ya que en lugar de tener una curva epidémica en pico hacia arriba será tenue y llegará a una meseta, en la cual no tendríamos tantos casos como en otros países”.
 
La entrada en vigor de los planes DN-III y de Marina resulta conveniente, sobre todo al reforzar los sistemas de salud públicos y ofrecer el despliegue de personal médico e instalaciones necesarias para atender a los afectados. 

 

“El país cuenta con médicos epidemiólogos reconocidos y estrategias informativas apropiadas, entre ellas la conferencia diaria de la Secretaría de Salud, a las 19:00 horas, sobre datos de alarma y medidas de contención y aislamiento, pero habría que transmitir más spots en canales masivos de radio y televisión para promover la coordinación entre autoridades federales, estatales y locales”. 

 

Un punto fundamental es no minimizar los riesgos ante el COVID-19 y mantener campañas informativas durante un periodo posterior a la pandemia para que la gente se acostumbre, acepte y aplique los hábitos de higiene, con la idea de que no disminuyan.

 

El académico del Departamento de Atención a la Salud descalificó versiones que han circulado en redes sociales y otros medios en el sentido de que los mexicanos tendrían –por características de herencia biológica– mayor resistencia a este tipo de virus, en relación con otros pueblos, argumentando que “por genética nadie es inmune a algo, ya que una resistencia inmunológica se da por la exposición a un determinado patógeno, lo que es el principio de las vacunas”.

 

Los virus son microorganismos diferentes a las bacterias y no comparten los mismos rasgos, por lo que el tratamiento con antibióticos en estos casos no sólo es inútil, sino que entraña un riesgo grave para el paciente por la aparición de resistencias bacterianas. 

 

“Las infecciones víricas normalmente no se tratan si son leves y, de hecho, un sistema inmunitario sano es capaz de combatirlas, por ejemplo, un resfriado común –cuyos principales causantes son los rhinovirus– suele remitir en el plazo de siete días y se recomienda, sólo cuando es necesario, tratamiento sintomático”. 

 

Si bien se cuenta con sistemas antivirales, “su uso no está tan extendido como en el caso de los antibióticos, sobre todo porque estos medicamentos no tienen un espectro tan amplio y porque los virus tienen una capacidad de cambio abrumadora, ocasionando la aparición de resistencias en forma muy rápida”.

 

Un virus es un agente infeccioso intracelular que puede o no ser un patógeno y tiene la capacidad de infectar, replicarse y adaptarse, aunque no siempre causa enfermedades; necesita huéspedes vivos –humanos, animales o vegetales– para poder multiplicarse y sobrevivir, ya que carece de mecanismos propios.

 

Las bacterias son organismos procariotas, es decir, que no tienen núcleo verdadero, no siempre provocan padecimientos y muchas veces protegen el cuerpo humano contra otras infecciones por microorganismos, pero el problema aparece cuando son patógenas.  

 

Las infecciones respiratorias bacterianas se caracterizan por secreción purulenta, verdosa o amarillenta a las 24 horas, fiebre elevada y malestar generalizado de mayor gravedad, detalló el doctor Oliva Sánchez. 

 

“Por el contrario, en las infecciones respiratorias virales el malestar no excede las dos semanas y ocasiona secreción nasal, fiebre alta, malestar general, tos, dificultad para respirar y cansancio, así como dolor articular, de cabeza, oídos y garganta, entre otros síntomas.  

 

“En infecciones respiratorias bacterianas destacan por su gravedad la neumonía y la tuberculosis y, en las virales, el resfriado común, la faringitis, la amigdalitis, la laringitis y la otitis media. Los resultados dependerán de la eficacia del tratamiento para el virus o la bacteria y de la salud previa del paciente a quien ataquen”, concluyó.