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Número 182
16 de marzo de 2018

INDISPENSABLES, ELEMENTOS VERDES COMO COMPONENTES
DEL DISEÑO DE LAS CIUDADES

*Es necesario recuperar la arquitectura de calles, jardines, plazas, atrios, canales y superficies residuales

 

La falta de planificación de los elementos verdes como componentes del diseño de las ciudades y de la vida urbana puede causar un deterioro ambiental grave, aseguró el doctor Saúl Alcántara Onofre, profesor-investigador de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Por tanto, es necesario recuperar la arquitectura de calles, jardines, plazas, atrios, canales y superficies residuales, así como el área que existe entre viviendas, todos ellos espacios abiertos que constituyen las diferentes funciones de las metrópolis.

 

Para lograrlo se debe circunscribir un marco jurídico que permita el desarrollo de planes paisajísticos típicos de las urbes mexicanas, perfilándose como un reto político, técnico y cultural para quienes buscan su rescate, precisó el arquitecto en el Foro El futuro del árbol en el desarrollo urbano, organizado por la LXIII Legislatura del Senado de la República y la Fundación Mexicana del Árbol, A.C.

 

El Coordinador del Posgrado en Arquitectura del Paisaje de esa sede académica ponderó la importancia de la arquitectura del espacio abierto, que surge “como un filtro a través de cual la población usa la capital, transita y transcurre la vida de todos los días”, y contribuye a demostrar las diferentes fases del crecimiento urbano, además del despilfarro de los sitios y la disfuncionalidad de los centros citadinos.

 

Esta disciplina coloca especial atención en los estándares de la calidad ambiental con métodos científicos claros, cuyos resultados no son agradables, pues ponen de manifiesto características patológicas que, de no atenderse a tiempo, pueden generar problemas como la deforestación, la contaminación, la migración o la muerte de la fauna y el desabasto de agua.

 

Para reordenar el estado vital del ambiente dijo que se requiere construir un inventario de los espacios públicos; realizar un análisis ponderado de las áreas abiertas y su vulnerabilidad frente al paisaje urbano; jerarquizar su uso y proponer su reordenación con valores históricos, artísticos y sustentables, pero es la conservación y plantación planificada de especies nativas, dentro de un plan paisajista, la que determinará un cambio positivo.

 

En la sede del Senado de la República, el académico de la UAM aclaró que existen ejemplos de lugares como Génova, Palermo y Florencia, en Italia, que hicieron proyectos paisajísticos de los que se derivaron los planes de desarrollo urbano, concretándose en programas ecológicos.

 

El arquitecto Alberto Kalach afirmó que si la Ciudad de México sigue creciendo desordenadamente se seguirá devorando las zonas forestales y agrícolas, por lo que para detener este fenómeno deben hacerse proyectos territoriales en los que participen urbanistas, ambientalistas, biólogos y arquitectos, con la colaboración del gobierno en todos sus niveles.

 

El especialista en desarrollo urbano enfatizó que al interior de las urbes existen grandes depredadores de la naturaleza –generados por la falta ética de los organismos encargados de cuidar el ambiente– como son los proyectos de infraestructura vial, los anuncios espectaculares, el cableado de luz y de algunos servicios de comunicación.

 

El doctor Teobaldo Eguiluz Piedra explicó que el árbol tiene 250 millones de años de vivir en el planeta, puede alcanzar entre 80 y 100 metros de altura y vivir en el agua, el desierto o en zonas frías. “Después del ser humano es uno de los seres más importantes del planeta”.

 

De ellos se derivan más de cinco mil productos que han sido fundamentales para el desarrollo de la especie humana: dan frutos, madera, fibra, carbón. También existen beneficios intangibles que no se pueden medir con precisión, como su función de absorber dióxido de carbono y generar oxígeno.

 

El presidente de la Fundación Mexicana del Árbol precisó que son los organismos más estables, que han logrado adaptarse a los cambios que su entorno natural y social les han impuesto. “El árbol es sombra protectora de miles de especies de plantas, animales y microorganismos”, concluyó.