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Número 166
27 de mayo de 2019

INVESTIGADORES IDENTIFICAN LA MATERIA PRIMA DEL CHIMALLI,
UN TESORO DE MOCTEZUMA

*Este símbolo es un bien cultural histórico de México que data de antes del siglo XV


*El Laboratorio de Anatomía Funcional y Biomecánica de Plantas de la UAM fue sede del estudio

 

 

 

Elaborado antes del siglo XV por el imperio mexica, el Chimalli de Chapultepec es una pieza representativa de la plástica indígena y ejemplo de refinamiento, por ser modelo de escudo realizado con materias primas cuidadosamente seleccionadas que lo hicieron digno de señores y deidades, de acuerdo con expertos que han estudiado el origen del también llamado Cuexyo Chimalli como parte de un proyecto interinstitucional, con la participación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
 
Como elemento de lujo –por su decoración, en la que resaltan medias lunas– fue intercambiado entre dignatarios, por ejemplo, Moctezuma lo obsequió al conquistador Hernán Cortés, quien a su vez hizo lo propio a su soberano, Carlos V, y éste a miembros de la familia Habsburgo, en Europa, hasta que finalmente regresó a México en 1866 por interés del emperador Maximiliano y desde 1944 ha permanecido en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec.
 
Por la trascendencia del emblema como bien cultural histórico de México, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) convocó a un grupo de conservadores, biólogos, arqueólogos, historiadores, radiólogos, químicos y físicos a llevar a cabo estudios en espacios especializados para identificar la materia prima usada en la confección del Chimalli de Chapultepec.
 
En el Laboratorio de Anatomía Funcional y Biomecánica de Plantas Vasculares de la Unidad Iztapalapa de la Casa abierta al tiempo, la doctora Paz Alejandra Quintanar Isaías y la maestra Ana Teresa Jaramillo Pérez, ambas del Departamento de Biología, y el alumno de la Maestría en Biología Daniel Sánchez Gómez tomaron muestras de fragmentos pequeños de las esteras y travesaños del estandarte o rodela para efectuar el procesamiento del material que permitiera describir la estructura celular, ya que el trabajo científico efectuado en dicho espacio de la UAM consistió en identificar materia prima vegetal hallada en el contexto histórico y arqueológico.
 
En entrevista sobre esta investigación de índole interinstitucional, la doctora Quintanar Isaías afirmó que se creía que los artesanos seleccionaban tipos de plantas distintos para varillas, travesaños y remate de los colgantes, pero los resultados revelaron que el material corresponde a tallos de bambú mexicano –Otatea sp– de acuerdo con una metodología desarrollada en el Laboratorio referido.
 
“Hicimos cortes pequeños para identificar la estructura de un carrizo” cuyo tipo se desconocía, “hasta que, en el herbario del Instituto de Ecología de Xalapa, Veracruz, con la asesoría de la doctora Teresa Mejía Saulés, curadora de la colección de bambúes mexicanos de ese lugar, tomamos muestras de tallos de esa especie y obtuvimos la determinación botánica que nos llevó al género Otatea”, de amplia distribución geográfica en el país.
 
Esto permitió comprobar “que no eran tallos de madera sino una especie de bambú”, lo que resulta relevante porque “registrar el elemento orgánico ayuda mucho en la construcción de la historia”, que estaría incompleta sin el reconocimiento de la materia prima por un especialista. Como paso siguiente, el INAH solicitó al grupo de científicos la colecta del bambú para rodelas, así que “fuimos a buscar tallos de la planta en Veracruz”, asesorados por Mejía Saulés y el maestro en ciencias Jesús Pale Pale.
 
En la inspección microscópica “observamos que el tallo tiene diferentes tipos de haces conductores de agua, desde el centro y hacia la periferia”, entonces “nos dimos cuenta de que lo que nos ayudó a saber cuál era la zona para armar las esteras fue justamente la parte del extremo, porque es más dura y resistente”, además “coincidía la anatomía de los haces vasculares de la muestra con la correspondiente a los de los prototipos vivos y con ello entendimos la mecánica del material”.
 
Cuando la indagación y el reporte concluyeron, las doctoras Laura Filloy Nadal y María Olvido Moreno Guzmán, curadoras de la exposición Chimalli, tesoro de Moctezuma en Chapultepec, solicitaron al equipo de estudiosos crear una reproducción del tejido del estandarte, armando las rodelas con base en fotografías y la información proporcionada.
 
En ese punto fue destacada la participación de la madre de una alumna que es tejedora de Oaxaca y explicó al grupo cómo ejecutar este arte, lo que hizo posible el diseño de una propuesta en la que las varillas estaban listas y “empezamos a entrelazar del centro hacia la periferia. Eran tres personas dedicadas a tejer de un lado y del otro lado para dos rodelas de 67 centímetros de diámetro.
 
Al final las esteras no resultaron tan finas como las del Chimalli, sino que “logramos rodelas con esteras muy resistentes y más pesadas”, por lo que en realidad “conseguimos una especie de escudo de guerra, no uno precioso ni perfecto como el original, sino uno para aguantar el macanazo proveniente de un arma de las utilizadas en ese tiempo, el macahuitl, un objeto de 70 a 80 centímetros con navajas de obsidiana”.
 
Esta experiencia colectiva ha dejado el aprendizaje sobre el conocimiento tecnológico de los mexicas para hacer esteras perfectas; “los expertos suponen que como era un regalo para Hernán Cortés, el trabajo requirió una calidad superior a la de nuestro escudo de guerra, lo que sugiere que distinguían claramente entre una obra de arte y una pieza utilitaria en la vida, de la que era parte importante la guerra”.
 
La doctora Quintanar Isaías señaló que el equipo autonombrado Colectivo Chimalli de la UAM-I, no sólo experimentó la reconstrucción de una tecnología de hace 500 años, sino que adquirió un adiestramiento social, porque “estábamos en la inercia de confeccionar completamente el Chimalli”.
 
Para determinar los materiales con que el emblema sería confeccionado, el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México efectuó el análisis microscópico de las fibras vegetales encontradas: algodón, agave y yuca, e hizo un comparativo de las plumas usadas con ejemplares de la Colección Nacional de Aves de esa misma instancia de la UNAM.
 
En el laboratorio de Cordados Terrestres del Instituto Politécnico Nacional fue examinada la piel del felino, considerada en un inicio de jaguar; aunque el estudio de la médula del pelo demostró que provenía de las patas traseras del área lateral de un ocelote adulto, a la vez que con el mismo método fueron indagados los pelos suaves de color rojo, lo que determinó –en un principio– que eran del vientre del ocelote, pero al final se reveló que son de conejo teñido.
 
La inspección del tinte estuvo a cargo de especialistas del Instituto de Física de la UNAM, cuyos resultados evidenciaron que era de un colorante orgánico obtenido de la grana cochinilla, un insecto que crece en el nopal. El Chimalli y las misiones de las tres instituciones forman parte de la muestra Chimalli, tesoro de Moctezuma en Chapultepec, que se exhibirá en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec hasta el 2 de junio.