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Número 164
6 de abril de 2017

DERROTEROS DE MARIE-CLAIRE FIGUEROA, EN MEMORIAS DE GUERRA
DE UNA PEQUEÑA FRANCESA

*La autora narra una serie de acontecimientos que alteró el destino de millones de vidas y terminó con otras tantas

 

*El relato conduce al descubrimiento de un paraíso aventurero, no al lamento por un edén cancelado

Los derroteros de la niña Marie-Claire Figueroa luego de la invasión alemana a Francia durante la Segunda Guerra Mundial, evocando una infancia en medio de uno de los más devastadores conflictos del siglo XX ofrece el libro Memorias de guerra de una pequeña francesa, publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

 

Para presentar el texto, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) reunió a Araceli Mancilla, Julio Ramírez, Jorge Pech y Bernardo Ruiz, cuatro amigos de la autora que compartieron las impresiones sobre esas memorias, a manera de homenaje póstumo casi un año después de su fallecimiento.

 

Figueroa, nacida en Mulhouse, hizo de México su hogar desde 1958 y de Oaxaca uno de sus refugios culturales, donde conoció a mentores, colegas y alumnos que definieron dos décadas de su vida y dieron forma a la presente publicación.

 

Bernardo Ruiz, director de Publicaciones y Promoción Editorial de la Casa abierta al tiempo, consideró que Figueroa aprovecha su profunda formación como documentalista, bibliotecaria y lectora para narrar en un tono de sobremesa una serie de acontecimientos que alteró el destino de millones de vidas y terminó con otras.

 

El escritor reconoció en ella a una acertada discípula de Stendhal, Proust y Flaubert que toma la pluma para entretejer su pasado y contrastarlo con sus antecesores y sus contemporáneos, dejando de paso el bosquejo de un desenlace: su final residencia en México y Oaxaca.

 

“Hay del otro lado de la escritura una gran lucidez y enseñanza que todo lector agradecerá. También una magia cómplice con la sabiduría y la sencillez de los clásicos que ella amó”, apuntó Ruiz.

 

Pech, editor de las obras de ensayo de Figueroa, calificó las memorias de “deliciosas, divertidas y absorbentes” y hace notar que, pese a las imágenes de devastación descritas, sorprende que el relato conduzca al descubrimiento de un paraíso aventurero, no al lamento por un edén cancelado.

 

“A diferencia de otros volúmenes sobre la guerra, éste llega a constituir un canto de inocencia y experiencia, cuyo ritmo sostenido nos sumerge en una aventura de la cual salimos enriquecidos, ejemplarmente aleccionados, provistos de estrategias para afrontar la adversidad”.

 

El editor abundó en que “una y otra vez la pequeña francesa que transita por diversos hogares y territorios se adapta a las exigencias del desastre y consigue que el lector esté cómodamente integrado a sus peripecias”.

 

Ramírez, escritor y director del Taller y Fondo Editorial Cantera Verde, manifestó que “viajamos, padecemos o saltamos con ella; retozamos, compartimos miedos, merecidas reprimendas; el carácter que nunca le cambió, todo lo que la hizo una mujer fuerte”.

 

Para el escritor las circunstancias alegres y amargas vividas por la autora son las que dieron origen a su inquietud viajera, a su mirada observadora de detalles ocultos, a la curiosidad innata que conservara hasta su edad adulta.

 

Mancilla, poeta afincada en Oaxaca, destaca el rigor histórico de la obra, ya que “sus ojos de niña nos dan unas memorias muy espontáneas y amenas, atrás de esta visión está la investigadora experimentada”.

 

La narradora afirmó que el público encontrará en el texto algo más que memorias, porque verá entretejidos el ensayo, el cuento, el interludio, el diario, ya que “el texto es una caja de sorpresas”.