Imprimir

Número 155
5 de marzo de 2020

LA REVOLUCIÓN VERDE DE CUBA CAUSÓ PROBLEMAS MEDIOAMBIENTALES

Y DE PRODUCTIVIDAD

*Fernando Funes dictó conferencia sobre el asunto en la Unidad Xochimilco de la UAM 

 

 

Cuba no fue la excepción entre los países que adoptaron la revolución verde para impulsar el sector agrícola y garantizar la alimentación de sus habitantes, y que se equivocaron con esa iniciativa, porque resultó en problemas de productividad, afectaciones medioambientales y sistemas frágiles y no sostenibles, señaló el doctor Fernando Funes Aguilar.
 
El Premio Nobel Alternativo 1999 y destacado científico cubano sostuvo que su país realizó dos reformas en el rubro de la agricultura posteriores a la Revolución en la isla, aunque, al igual que México, aplicó políticas de la llamada revolución verde entre 1960 y 1980.
 
Al dictar la conferencia La agroecología como alternativa para la soberanía alimentaria, la mitigación del cambio climático y el bienestar de la población rural –en la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)–  explicó que dicho movimiento se caracterizó por la siembra de variedades resistentes a temperaturas extremas, el uso intensivo de fertilizantes y plaguicidas, y métodos de cultivo nuevos.
 
“En eso nos equivocamos”, porque con el fin de asegurar un derecho primordial, el gobierno de Fidel Castró abrazó medidas que en un momento “todos creían que serían el paradigma que daría comida a todo el mundo”, pero no resultó así, ya que “la isla debió lidiar con sus recursos naturales y hacer una agricultura en consonancia con éstos”, promoviendo la diversificación sin los enormes monocultivos de caña de azúcar.
 
Algunos resultados de esas políticas fueron el uso intensivo de fertilizantes, la reducción considerable del número de yuntas de bueyes y la adquisición de tractores; de tal forma que se tiraron muchos árboles para dar paso a la ganadería y se utilizaron maquinarias y tecnologías “que acabaron con nuestros suelos, pero la gente no se daba cuenta, con excepción de algunos que decíamos ‘eso no puede estar pasando en Cuba’”.
 
En un principio hubo “producciones enormes” de ciertos cultivos, por lo que el país marchó a la vanguardia de la revolución verde durante tres décadas y fue un ejemplo clásico de conversión, pues en 1959 el monocultivo de caña de azúcar permitió la exportación de azúcar, aunque a costa de la sobreexplotación de los recursos naturales cuyas consecuencias fueron degradación de suelos, pérdida de biodiversidad y baja eficiencia energética y autosuficiencia alimentaria, porque “seguimos muy dependientes de otras naciones”, lo que generó subordinación externa y profundos costos socioeconómicos.
 
En 1990 tuvo lugar el colapso de las economías de Europa del Este y “pasamos de un día para otro a un comercio de muy bajos insumos externos y mucho mayor uso de los recursos disponibles, aun cuando hubo un incremento importante en el uso del conocimiento, debido a que había ya mucha gente preparada en Cuba”.
 
Esto es relevante porque ese saber ha permitido a la isla avanzar en el desarrollo de infraestructura hidráulica, que pasó de una capacidad de embalse de agua de 48 millones de metros cúbicos en 1959, a siete mil millones en 1987, y “eso nos ha ayudado a ser resilientes respecto del cambio climático, por lo que ahora ante un ciclón en Cuba no se muere casi nadie”.
 
Otra muestra del uso del conocimiento es la generación de la vaca de ubre blanca –actualmente “embalsamada en el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria– que rompió récord mundial de producción de leche en 1981, con 111 litros diarios; en esos años se obtuvo más de un millón de litros de leche al día”.
 
El doctor Funes Aguilar dijo que hubo un momento en que “nos dimos cuenta de que las fincas con productores a pequeña escala y diversificadas –de agricultura, ganadería y frutales, entre otras– eran más eficientes, porque con 25 por ciento de la tierra –frente al Estado que tenía 75 por ciento– aportaban más de 65 por ciento de la elaboración total de alimentos.
 
Esto “hizo ver los altos niveles de estancamiento estatal y de la agricultura en gran escala y la no factibilidad de métodos convencionales para acoplarse a la situación de bajos insumos que prevalecían desde 1990”.
 
Después de tres décadas de revolución verde se inició un movimiento con la Asociación Cubana de Agricultura Orgánica y “aunque fuimos muy mal recibidos” se sentaron las bases de una tradición rural que está en plena vigencia y que ahora se llama agroecología.
 
Se trata de un paradigma innovador para una nueva agricultura, perfilada para el siglo XXI, con soberanía alimentaria, energética y tecnológica, resiliente al cambio climático y a los movimientos económicos globales.
 
Cuba ha llevado a cabo diversas acciones encaminadas a ese objetivo, pero “las metas no han sido alcanzadas”, no obstante, debe reconocerse que los máximos dirigentes del país, empezando por el presidente, hablan de la Agroecología como una solución a los problemas alimentarios, a la falta de insumos, a la salud de la población y a la soberanía alimentaria.