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Número 151
4 de marzo de 2020

CRISIS EN DERECHOS HUMANOS ACARREA RETOS

NUEVOS A LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL

*Violencia e impunidad representan desafíos metodológicos y epistemológicos para la etnografía feminista

 

Desde 2006, México vive una crisis de derechos humanos que ha dejado 280 mil asesinados, más de 130 mil desaparecidos –61 mil connacionales y 70 mil migrantes en tránsito–, 27 mil cuerpos no identificados en fosas comunes y alrededor de dos mil 110 sepulcros clandestinos, afirmó la doctora Aída Hernández Castillo durante el Coloquio El quehacer antropológico en la búsqueda de la paz y la justicia, celebrado en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

 

“La desaparición de personas, la mutilación y el ocultamiento de cadáveres en sitios clandestinos se han convertido en parte de una pedagogía del terror que utiliza los restos humanos como símbolos para marcar territorios y mantener el miedo y el control de la población”, advirtió la investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.

 

Este contexto está imponiendo retos metodológicos y epistemológicos nuevos a la etnografía feminista y la antropología social, toda vez que estos actos atroces obligan a buscar estrategias colectivas de investigación desde equipos interdisciplinarios, en colaboración con organizaciones de la sociedad civil.

 

Hernández Castillo comentó que la violencia patriarcal se ejerce sobre los cuerpos construidos como desechables por un sistema neocolonial, clasista y racista que permite estas formas de uso de fuerza extremo, además de que las masculinidades agresivas promovidas por el sistema capitalista y patriarcal han encontrado un nicho de mercado en el crimen organizado, cuya capacidad de causar daño está bien cotizada.

 

“La academia se ha centrado en el análisis del feminicidio, por la urgencia y la gravedad de los casos, pero están pendientes desde el análisis feminista la desaparición forzada y el desplazamiento, así como las matanzas de indígenas, campesinos y migrantes”.

 

Entre el feminismo radical y autónomo se debate la postura de que es un problema de hombres que se matan entre ellos y por lo tanto no atañe a los movimientos en favor de las mujeres, pero desde una perspectiva interseccional y antirracista, tanto éstas como los hombres pobres son las principales víctimas de agresiones de este tipo por parte del Estado y de los grupos criminales.

 

En los escenarios etnográficos las fronteras entre las fuerzas de seguridad y los integrantes del crimen organizado son muy difusas, a diferencia de los procesos de represión políticas de las dictaduras latinoamericanas donde las fuerzas de seguridad o grupos paramilitares vinculados al Estado eran los principales perpetradores de actos violentos.

 

En México, “estamos ante distintos tipos de perpetradores que actúan con estrategias y control territorial que varían dependiendo del contexto. En varias regiones son agentes de las fuerzas de seguridad municipal, estatal, federal o castrenses vinculadas al crimen organizado”, dijo en la conferencia Los retos de la etnografía feminista en contextos de violencias extremas.
 
El doctor Luis Reygadas Robles Gil advirtió que en este escenario los antropólogos corren graves riesgos para realizar sus investigaciones, pues “nadie aboga por una antropología temeraria sino por una que destaque el papel del arte para la sanación de los individuos”.

 

La antropología realizada en condiciones de violencia posee un contenido feminista más fuerte, pues si bien la mayor parte los perpetradores de actos violentos son hombres, los grupos de búsqueda, de sanación y de justicia tienen un fuerte carácter y compromiso en favor de la mujer, por lo que a pesar de esas condiciones difíciles la disciplina puede florecer, concluyó el investigador del Departamento de Antropología de la Unidad Iztapalapa.