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Número 122
31 de marzo de 2015
EXTRANJEROS PERDIDOS EN MÉXICO, RECREADOS EN CASA DEL TIEMPO
*Revista Casa del tiempo. Número 15, época V (abril de 2015) www.uam.mx/difusion/revista/index.html

Sucesos en la vida de célebres extranjeros –la aviadora estadounidense Amelia Earhart; el poeta nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez; el barón de Gostkowsky, polaco; la novelista estadounidense Patricia Highsmith; el artista francés Benjamin Péret; dos presos singulares en el penal de Salamanca, Zor el hindú y Loría el gitano; el chef estadounidense Anthony Bourdain; el arquitecto español Arturo Sáenz de la Calzada Gorostiza y el también arquitecto italiano Adamo Boari– tuvieron lugar de manera planeada o azarosa en México y son recreados en nuestro número de abril mediante las plumas de Hugo Alejandro Sánchez, Moisés Elías Fuentes, Francisco Mercado Noyola, Fabiola Camacho, Héctor Antonio Sánchez, Pablo Molinet, Ramón Castillo y Jorge Vázquez Ángeles.

 

En Antes y después del Hubble, Leopoldo Lezama celebra los 80 años del editor, escritor y maestro Huberto Batis; Carlos Francisco Gallardo nos cuenta la curiosa historia de un ladrón de libros novohispano; Jaime Augusto Shelley relata los presagios y las coincidencias en la muerte de los poetas ingleses John Keats y Percy Bysshe Shelley; y Paul Jaubert nos refiere la segunda parte de las condiciones extraordinarias para la suspensión de garantías individuales en algunas regiones del país.

 

En Ménades y Meninas, Miguel Ángel Muñoz nos revela las pasiones visuales y místicas de Bill Viola.

 

De nuestro Armario, “Diario de un francés en México”, de Eugène Cuizin.

 

Los Francotiradores apuntan a obras de Gonzalo Soltero, Alejandro González Iñárritu, Jack Kerouac y Fernando Pessoa.

En el suplemento electrónico Tiempo en la casa, “La casa del cuerpo de los condenados” de Pablo Piceno.

 

Duermo al cobijo de Melville
Mariana Bernárdez

 

Duermo al cobijo de Melville
¿será el trance la búsqueda del Leviatán
o eras tú el capitán Ahab?

 

Lo cierto es que en el techo de la habitación
se leía Call me Ishmael
y detrás de su reverberación afloraba el ámbar
de la fotografía familiar intocada por la guerra
de rostros aún no arañados por la inmisericordia

 

y ahora sólo queda en el pozo de mis ojos
la sal de su nombre
y un golpe seco
en el diafragma
a mitad de la noche
que me alerta del azar y sus maniobras
santo y seña de un ángel encumbrado
en el contrafuerte de un hotel de Praga
figura que habrá de desgranarse en destello
en un museo de Buda
en el pretil de un edificio de Pest
en el sol incandescente de Mérida y Cádiz
en el olor a jazmín del barrio de la Santa Cruz
y ante la anchura de Cacela Velha
vestigios de una nostalgia incapaz de hilar
salvo la isla del escorzo insaciable
en la audacia feroz del sobreviviente

 

–Huimos en los vagones de carbón
–Papá era médico del barco Príncipe de Asturias
que naufragó cerca de las costas de Brasil
su título estaba firmado por Alfonso XIII

 

Tengo miedo de que se me quiebre la memoria
de que por la rajadura se escape su río
y se deslave lo vivido y se vaya en canturreo
por los adoquines de las calles de la Medina

 

Te conté que en la Plaza de las Cruces
cantaba una mujer por bulerías

 

¿Eras tú quien deambulaba entre las ruinas de Al-zahra?

 

Se me deshilan los pronombres en el nocturno de la letra
en la nitidez de la Selva Lacandona y los Montes Azules

 

Sólo el silencio lava la luz del olvido
Y las cuentas del komboloi corren como chinillas
acicateadas por los cascos de caballos en galope de viento.