Número 060

Febrero 23, 2007

rosales@correo.uam.mx

PERVERSO EL IDEAL DE EXCELENCIA EDUCATIVA; LA CALIDAD DEBE
CENTRARSE EN INTERACCIÓN MAESTRO-ALUMNO Y LA AUTOEXIGENCIA:
PABLO LATAPI EN LA UAM

* El Rector General, doctor José Lema Labadie, le entrega el grado de Doctor Honoris Causa
* Latapí, actor del sistema de educación nacional e impulsor de la investigación educativa, señala

Al recibir el grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el doctor Pablo Latapí Sarre cuestionó los paradigmas actuales de la educación superior tales como la búsqueda de la excelencia, la definición de calidad educativa, la sociedad del conocimiento y el saber racional.

Estos equívocos surgen de los retos que se imponen a las universidades, pues se les exige ofrecer calidad, innovación, eficiencia y desarrollar una cultura empresarial mientras les es impuesta la sociedad del conocimiento como el paradigma del futuro, destacó en la ceremonia en la que el doctor José Lema Labadie, rector general de la UAM, le entregó el diploma que lo acredita con el máximo grado académico que otorga esta Casa de estudios.

En esa ceremonia que se llevó a cabo en el Auditorio Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, Pablo Latapí criticó el ideal de excelencia, que calificó de perverso porque no implica un proceso gradual de mejoramiento. La calidad educativa debería enfatizar la interacción entre maestro y alumno y estar centrada en la formación de hábitos de autoexigencia, planteó.

Asimismo se pronunció contra la sociedad del conocimiento que considera sólo el saber útil a la economía y subordina la universidad a la empresa y desestimó lo que definió como la “prisión del conocimiento racional”, la cual llamó a romper para abrir la educación a otras dimensiones del ser humano, incluyendo una revisión del sentido del quehacer científico.

El investigador Emérito compartió una reflexión sobre el “riesgo que enfrentan las universidades mexicanas” al señalar que las instituciones modernas han confundido el objetivo de la excelencia con algo semejante a lo perfecto, lo cual “me parece una verdadera aberración porque lo perfecto es inhumano”.

En el ámbito educativo, señaló, “la excelencia sería legítima si representara un proceso gradual de mejoramiento, pero es atroz si significa perfección. Educar debe significar crecimiento, desarrollo de capacidades, maduración; una buena educación debe dejar una disposición permanente a seguir en ascenso.

“Creo que la excelencia no es virtud, prefiero como el poeta llegar con todos y a tiempo, porque el ser excelente conlleva la trampa de desarrollar una secreta arrogancia. Mejores sí podemos ser, perfectos no (…) no demos medallas de excelencia, mejor formemos estudiantes en la realidad asumiendo los riesgos de la condición humana”, subrayó. Y urgió a redefinir el concepto de la calidad de la educación que prevalece en México porque se carece de una descripción clara.

“Una verdadera calidad educativa no debe estar sujeta a formar profesionales que necesariamente tengan éxito con el mundo laboral, como presuponen los valores del sistema. La calidad debe centrarse en el plano de la enseñanza entre alumno y profesor en donde la verdadera actitud del aprendizaje debe promover la autoexigencia”.

Latapí Sarre insistió en que es una perversión inculcar a los estudiantes una cultura del éxito en la que deben aspirar al puesto y salario más altos. Por el contrario, la calidad en la educación debe estar regida por el propósito de generar hábitos razonables de autoexigencia para buscar mejorar de manera razonable mediante variables como el sentido común, la sencillez, el respeto y la ayuda a los demás.

El sistema educativo nacional debe dejar de lado la formación de profesionales y el conocimiento al servicio de la mercantilización y el sistema global, que dan valor sólo al conocimiento tecnológico y al formador de profesionales capaces de resolver problemáticas determinadas.

El conocimiento no es únicamente el que sirve para promover el sistema económico ni las universidades son apéndices de la empresa, sino instituciones responsables de generar, promover y difundir todo tipo de conocimientos, incluidos los improductivos en apariencia.

Debido a esto señaló que la universidad debería ser un baluarte contra el proceso devastador de comercialización total al que están llevando la entronización del mercado y la mercantilización del mundo donde los bienes primarios se venden, industrializan y exportan. También se habla de industrias culturales reduciendo obras del espíritu y de la creatividad humana a la categoría de simples mercancías.

“La cultura de la mercancía va modificando la conciencia de lo que somos y aun la memoria de lo que fuimos, así como los límites de lo que definimos como posible y deseable; hemos perdido el sentido de lo trágico heredado de los griegos.
“Ante este intento mundial de convertirnos a todos en mercaderes, la universidad tiene la misión de no dejarse llevar acríticamente por el juego de las complicidades del mercado en las carreras que abre, en las investigaciones que emprende, en los servicios que presta, sino que debe alertar contra los abusos de este proceso”.

El investigador apuntó que finalmente la universidad moderna debe romper la prisión del conocimiento racional porque la educación va más allá de éste; no empieza ni termina en los territorios de la razón: “abraza otras formas de desarrollo de nuestro espíritu, las de la inteligencia emocional.

“Lo mejor del conocimiento es lo no racional, el mundo de los símbolos y del arte, el orden de la ética que fundamenta la viabilidad de nuestra especie y el de las virtudes humanas fundamentales, sobre todo el respeto a la vida.

“Me horroriza una educación que excluya la compasión, que renuncie a la búsqueda de significados o que cierre las puertas a las posibilidades de la trascendencia”.

De ahí señaló que es preciso reflexionar sobre el concepto de ciencia predominante en la universidad contemporánea, el cual puede ser peligroso si es considerado como el único conocimiento válido.

Las universidades debieran profundizar en la naturaleza del conocimiento científico y en sus limitaciones: al conocimiento científico que busca explicaciones hay que añadir el conocimiento cultural que busca significados.

En este punto citó al psicólogo estadounidense Gerome Brunner, quien ha señalado que la concepción del conocimiento que está en la base de la ciencia moderna ha resultado en un empobrecimiento de la educación y quizá está propiciando que la especie humana se desarrolle en una sola dirección, cercenando posibilidades de su dotación genética y espiritual.

El investigador agradeció la distinción conferida por la UAM y de la cual hizo partícipe a su esposa María Matilde Martínez Benítez. Además se congratuló ante las palabras del doctor Lema Labadie, quien ante los presentes en el Auditorio Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez reconoció a Latapí Sarre como pionero de la investigación educativa multidisciplinaria e impulsor y defensor de la educación como valor central en la formación de seres humanos.

El Rector General afirmó que la entrega del Doctorado se celebra además como un reconocimiento a la trayectoria notable de Latapí Sarre, así como a sus logros académicos, labor docente y actividades de promoción institucional en virtud de que en la UAM los temas educativos son objeto permanente de reflexión y discusión.

Lema Labadie reconoció a Latapí Sarre como impulsor de la investigación educativa multidisciplinaria, defensor de la educación como valor central para la formación de los seres humanos, crítico del sistema mexicano de educación, difusor, casi traductor para un público no especializado de los debates más complejos sobre el tema, además de maestro cabal y formador de estudiosos de la educación.

Por tan brillante y emprendedora tarea la UAM reconoce en Latapí Sarre a un actor —en todos los sentidos de la palabra— del sistema de educación nacional, ya que esta Casa de estudios tiene un compromiso y un interés común de desarrollo con la sociedad mexicana en la proyección de sus actividades sustantivas, una de las cuales es la formación de profesionales.

El Rector General señaló que de la educación dependen en buena medida las posibilidades históricas de una sociedad, así como sus condiciones y expectativas reales de existencia; es a la vez un símbolo de la sociedad al representar de manera concreta y específica una parte de su ser.

En la ceremonia estuvieron también presentes los doctores Adrián de Garay Sánchez, Magdalena Fresán Orozco y Óscar Monroy Hermosillo, rectores de las unidades Azcapotzalco, Cuajimalpa e Iztapalapa y la licenciada Hilda Dávila Ibáñez, secretaria de la Unidad Xochimilco, en representación del rector Cuauhtémoc Vladimir Pérez Llanas, así como el secretario general, maestro Javier Melgoza Valdivia.